La ermita-cueva del Santo Sepulcro es una verdadera reliquia única y original en el Patrimonio Complutense. Con pocas comparativas en España, no sólo por la propia construcción sino por pertenecer a un grupo de siete ermitas en la ascensión del monte Ecce Homo/ Vera Cruz y, en concreto, a las tres ermitas de la cima del mismo, como indicamos en el libro.
De origen medieval, como nos recuerda la bovedilla de arco ojivado que aún se conserva –y que vemos en la foto-, se trataría de un lugar de recogimiento de anacoretas que transformaría su consciencia cuando buscasen eso mismo, tras vivir en aquel monte o en las cuevas, ya habitadas antes de la invasión árabe.
Pero, ¿por qué una ermita-cueva?.¿No sería suficiente con entrar en una de las muchas cavidades que se encuentran o en la misma Cueva de Gigantones o levantar una sencilla ermita bajo la misma advocación?. La existencia de iglesias subterráneas siempre está ligada primero a cultos ancestrales y segundo a lugares fuertemente esotéricos transformados posteriormente al cristianismo. Que los anacoretas eligieran la cima de este monte y precisamente realizasen una ermita simulando –o no- una cueva o la entrada a una cueva, es realmente significativo. No sólo porque representa la imagen del Sepulcro de Cristo (cuya sepultura no olvidemos que tiene encima la basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, del siglo IV, iglesia protegida por la Orden del Santo Sepulcro pero en España unidas las iglesias románicas de esta advocación tanto a esta Orden de monjes guerreros como a los Templarios. Tendrá nuestra ermita cueva origen templario?) de dónde partimos renacidos, sino porque esa misma transformación ya se efectuaba por las culturas del bronce y del hierro que poblaron la cima del Ecce Homo/Vera Cruz y que tendrían, con toda seguridad, el altar a la Mater en el mismo lugar en que se encuentran las tres ermitas de la cima formando, por cierto, un triángulo entre ellas.
La cueva-ermita complutense del Santo Sepulcro representa la ascesis de nuestra naturaleza en contacto o, mejor dicho, unión con la Natura. La misma a la que volvió Cristo y cuya huella y pista él nos dejó para aumentar o crecer en nuestra consciencia mágica.
La orientación, al contrario que las otras dos ermitas de la cima, no es hacia el Este, sino prácticamente Sur, curiosamente abierta a los vientos que del Norte soplan con fuerza en la cima del cerro. ¿Una ermita medieval que no guarda el sentido de construcción de la época y que además tiene su entrada saturada de fuertes vientos?
Lo que probablemente tengamos delante de nosotros sea una verdadera entrada a una cueva que fue taponada o cegada posteriormente en el Medievo pero que mantendría su función de transformación espiritual a la par que representa asimismo la misma Cueva de Gigantones, es decir, una cueva recíproca en la que ambas se complementan: una en la base o inicio de la ascensión y otra, más incómoda y estrecha, en la cima de o fin del camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario