El ser humano ha necesitado de la Naturaleza para ser lo que es y, por tanto, seguir siéndolo a lo largo de su existencia. Si inicialmente la Mater Natura propició el desarrollo de las especies fue posteriormente cuando el hombre, integrado ya de sapiencia, buscaría la dimensión de lo numinoso en Ella misma, para salir momentáneamente o por un tiempo de la realidad ordinaria a que él mismo se había sometido.
Hoy en día la Naturaleza, como sabemos, es buscada por todos para "encontrarnos" con nosotros mismos cuando lo único que hacemos es volver a aquella relación primaria pero a la vez trascendental con la Natura. Realizar un paseo por ella es uno de los momentos en los que más disfrutamos, mucho más que caminar por centros comerciales o simples paseos por lugares monumentales.
Ella tiene algo y nosotros tenemos algo de Ella, también.
Respecto a todos los lugares que la Naturaleza nos ofrece, el hombre ha necesitado de la montaña, del monte o del lugar elevado para elevar a su vez su trascendencia en unión con lo divino. Y, como hemos visto, la cueva es aquello que encuentra a su paso, en su camino de ascenso.
¿CUEVA-MONTE como una Dualidad?¿Como esa dualidad gemelar justopastoriana?
Montes sagrados en la historia hay cientos. Desde el Sinaí o el Ararat, el Monte Carmelo, el K2, el Moriah, la motaña sagrada del Machu Pichu, el Olimpo o las pirámides como lugar de unión entre cueva-monte al dejarnos los corredores interiores y la fuerza de la montaña perfecta o colina primigenia en forma piramidal, aquella que representaban los egipcios decorando los capiteles de las salas hipóstilas de sus templos. O en España, el Teide, el monte Castillo de Puente Viesgo, Montserrat, la Peña de Francia, la montaña vasca de Ma, el monte de Toro en Menorca, o el mismo cerro de la Vera Cruz en Alcalá de Henares.
Más conocido por Ecce Homo, por una de las capillas que albergó, el monte de la Vera Cruz representa la unión perfecta de la cueva que hemos aludido en anteriores entradas al blog con el cerro sagrado, modificado después en el cristianismo con la colocación de tres ermitas en la cima y cuatro en la subida (una de ellas en la cueva) como indicamos en el libro de Alcalá mágica.
Pero el monte es algo más. Algo más que esa dualidad que hemos observado y sentido. Es la unión perfecta de la misma Naturaleza en todo nuestro ser por encima de la relación misma de dos contrarios como son una cueva profunda y oscura y un monte soleado y aireado. Pasamos a un nivel superior cuando llegamos a la cima del monte sagrado (no lo llamemos sacro monte porque nos recuerda al triste episodio de santidad inventada en aquel monte de Granada).
Desde allí, desde la cima, se pueden dirigir todas las oraciones en cualquiera que sea nuestra Religión o Credo. Sentarse allí, tranquilamente, es volver a unirnos, después de tantos milenios, con aquella Natura que nos engendró.
Adenda-
Muy interesante recordar la existencia, en la cima del monte Vera Cruz, de la cabaña de madera Ecce Homo 86/6, verdadera rareza en esta parte de la península ya que son propias de una construcción del Norte de Europa. Queda, como indicamos en el cap. 1, los restos del banco corrido tallado en piedra que está cubierto por materiales sistéticos para evitar su destrucción.
Hoy en día la Naturaleza, como sabemos, es buscada por todos para "encontrarnos" con nosotros mismos cuando lo único que hacemos es volver a aquella relación primaria pero a la vez trascendental con la Natura. Realizar un paseo por ella es uno de los momentos en los que más disfrutamos, mucho más que caminar por centros comerciales o simples paseos por lugares monumentales.
Ella tiene algo y nosotros tenemos algo de Ella, también.
Respecto a todos los lugares que la Naturaleza nos ofrece, el hombre ha necesitado de la montaña, del monte o del lugar elevado para elevar a su vez su trascendencia en unión con lo divino. Y, como hemos visto, la cueva es aquello que encuentra a su paso, en su camino de ascenso.
¿CUEVA-MONTE como una Dualidad?¿Como esa dualidad gemelar justopastoriana?
Montes sagrados en la historia hay cientos. Desde el Sinaí o el Ararat, el Monte Carmelo, el K2, el Moriah, la motaña sagrada del Machu Pichu, el Olimpo o las pirámides como lugar de unión entre cueva-monte al dejarnos los corredores interiores y la fuerza de la montaña perfecta o colina primigenia en forma piramidal, aquella que representaban los egipcios decorando los capiteles de las salas hipóstilas de sus templos. O en España, el Teide, el monte Castillo de Puente Viesgo, Montserrat, la Peña de Francia, la montaña vasca de Ma, el monte de Toro en Menorca, o el mismo cerro de la Vera Cruz en Alcalá de Henares.
Más conocido por Ecce Homo, por una de las capillas que albergó, el monte de la Vera Cruz representa la unión perfecta de la cueva que hemos aludido en anteriores entradas al blog con el cerro sagrado, modificado después en el cristianismo con la colocación de tres ermitas en la cima y cuatro en la subida (una de ellas en la cueva) como indicamos en el libro de Alcalá mágica.
Pero el monte es algo más. Algo más que esa dualidad que hemos observado y sentido. Es la unión perfecta de la misma Naturaleza en todo nuestro ser por encima de la relación misma de dos contrarios como son una cueva profunda y oscura y un monte soleado y aireado. Pasamos a un nivel superior cuando llegamos a la cima del monte sagrado (no lo llamemos sacro monte porque nos recuerda al triste episodio de santidad inventada en aquel monte de Granada).
Desde allí, desde la cima, se pueden dirigir todas las oraciones en cualquiera que sea nuestra Religión o Credo. Sentarse allí, tranquilamente, es volver a unirnos, después de tantos milenios, con aquella Natura que nos engendró.
Amanece sobre el monte Vera Cruz complutense, en nuestro ascenso a través del Qalat.
(Fotografía: © Gonzalo Gómez 2011)
Amanece a través de los pilonos del Templo de Karnak, igual que cuando los egipcios querían volver a representar cada mañana el nacimiento del dios sol-RA entre las dos colinas sagradas.
(Fotografía: © Gonzalo Gómez 2011)Adenda-
Muy interesante recordar la existencia, en la cima del monte Vera Cruz, de la cabaña de madera Ecce Homo 86/6, verdadera rareza en esta parte de la península ya que son propias de una construcción del Norte de Europa. Queda, como indicamos en el cap. 1, los restos del banco corrido tallado en piedra que está cubierto por materiales sistéticos para evitar su destrucción.
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